La segunda sombra pasaba el peso de un pie a
otro, impaciente.
-Vendrá- dijo la primera.
-Pues claro que vendrá. Si no, enviaremos a
los Perros tras ellos, y lo saben- respondió-. Pero odio tener que esperar.
Odio que le hagan esperar.
-Lien sabe que si viene corre un grave
peligro, no me extraña que nos haga esperar…
Desde la maleza, ocultos tras los árboles más
próximos, Kenni y Jue intercambiaron una mirada interrogativa. Kenni tenía
varias preguntas rodándole por la cabeza. ¿Quién era Lien? ¿Por qué corría
peligro si venía? ¿Qué eran los Perros? Y aún había otra más, una a la que por
culpa de los dos individuos no había podido responder: ¿por qué la había besado
Jue?
Sin embargo, decidió dejar a un lado sus
pensamientos siguió observando a las dos
sombras, pues la curiosidad la carcomía.
De pronto, el hombre esbelto alzó el rostro y
arrugó la nariz, como si olfateara el aire. Sonrió.
-Ya viene hacia aquí. Deberíamos recibirle
como se merece, ¿no crees, Mussam?
A continuación juntó las manos y Kenni sintió
como si el aire se cargara de electricidad. La sombra llamaba a su chacra.
Se acuclilló y su cuerpo comenzó a
convulsionarse de forma violenta al iniciar la transformación. Kenni había oído
hablar, en la Escuela, de los Guardianes que tenían poder sobre su propio
cuerpo y que podían transformarse en animales, objetos, en otras personas e,
incluso, en seres inmateriales. Los llamaban metamorfos, y tenían un gran
poder. Ella nunca había visto transformarse a ninguno hasta ahora, y Jue
tampoco. En pocos segundos, el hombre había desaparecido y en su lugar había un
enorme lobo gris de ojos rojos, que era casi tan alto como la sombra que se
hacía llamar Mussam.
-Vamos a matar al jefe de los Vigilantes-
dijo, y su frase acabó en un gruñido.